Internacionales — 16.06.2024 —
A pocos días del debate presidencial, Biden y Trump definen su plan de batalla para lograr un triunfo político al inicio de la campaña electoral
La cita entre los candidatos demócrata y republicano está prevista para el 27 de junio en Atlanta (Georgia), y se aguarda una confrontación abierta que tendrá como ejes la situación económica, la crisis migratoria y el papel de los Estados Unidos frente a los conflictos en Ucrania y Gaza.
Fuente: Infobae
El próximo 27 de junio, en los estudios de la CNN, Joe Biden y Donald Trump debatirán frente a frente para explicitar sus diferencias políticas y defender sus plataformas de Gobierno ante millones de votantes que aún se muestran indecisos ante los principales candidatos presidenciales que desean vencer en los comicios del 5 de noviembre.
Biden y Trump difieren en casi todo. Exhiben distinto comportamiento personal, y piensan diferente respecto al cambio climático, la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza, el derecho al aborto y la importancia de los foros multilaterales.
Sin embargo, en este escenario de confrontación natural existen dos coincidencias vinculadas a la geopolítica y al poder que unen a los contendientes: rechazan la ofensiva global de China y sueñan con un segundo término en la Casa Blanca.
Las encuestas electorales arrojan una leve ventaja a favor de Trump, que desaparece bajo el concepto del error estadístico. Ayer el promedio de los sondeos establecía un 45.4 por ciento para Trump y el 44.6 por ciento para Biden, acorde a la publicación sistemática que hace el sitio Realclear politics.
Es decir: a este ritmo, el futuro presidente de los Estados Unidos habrá vencido a su adversario electoral por un porcentaje ínfimo de votantes.
Biden tiene un método tradicional para preparar su debate ante Trump que se hará en los estudios de la CNN. La agenda presidencial empieza a ceder espacio a los planes electorales, y Biden ya comenzó a leer los informes que le envía Ron Klain, su exjefe de Gabinete en la Casa Blanca. Klain sistematiza todos los asuntos que podrían aparecer en el debate, y después con su equipo prepara las respuestas probables que remite al líder demócrata.
Biden se dedicará a leer los papers de Klain hasta mitad de esta semana, y a continuación le pondrán un sparring que simulará a Trump. En el comité de campaña demócrata no tienen dudas que Trump pegará debajo del cinturón, y preparan al presidente para que no pierda el aire ante un golpe que llegará inevitablemente.
A contrario sensu, Biden y sus asesores creen que el flanco débil de Trump se ubica en su rechaza al derecho al aborto, en su mirada sobre la vigencia de la Democracia y en su programa económico que propone recortar la tasa de los impuestos a todos los millonarios de Estados Unidos.
Esta línea argumental fue explicitada en un memo que Jennifer O’Malley Dillon, jefa de campaña de Biden, envió por mail a los principales referentes del partido Demócrata que participan en la preparación del debate.
“Cómo Trump fue el arquitecto de la derogación de Roe (caso paradigmático a favor del derecho al aborto) y quiere llegar aún más lejos en un segundo mandato”, propone O’Malley Dillon para confrontar con el expresidente republicano.
Biden y su comité de campaña aún no decidieron si usarán en el debate la sentencia en contra de Trump por haber falsificado sus registros para encubrir un escándalo sexual, cuando iniciaba su primera campaña presidencial en 2016.
A Trump le probaron la comisión de 39 delitos, pero en términos electorales ese fallo no afectó su liderazgo en las encuestas. Biden todavía cavila si incluye este caso penal en el debate, y si así lo hiciera, en qué circunstancias.
A diferencia de su adversario demócrata, Trump no tiene un guión sistemático de entrenamiento y ensayo. El candidato republicano se maneja de manera natural en un set de televisión, es histriónico y sabe capturar el gesto que espera la opinión pública.
Sin embargo, Trump se encerró la semana pasada en el Comité Nacional Republicano para definir sus tácticas ante el debate que protagonizará con Biden. Los senadores Marco Rubio (Florida) y Eric Schmitt (Missouri) participaron del cónclave, adónde se debatió cómo debería enfrentar Trump a Biden, si presenta preguntas sobre la crisis institucional del 6 de enero de 2021.
Ese día cientos de republicanos trumpistas irrumpieron en el Capitolio para frenar la designación oficial de Biden como Presidente de los Estados Unidos, en reemplazo de Trump que soñaba con cuatro años más en la Casa Blanca.
Trump no quiere un sparring como Biden: el candidato republicano está viendo las apariciones en TV de su adversario, y sobre esas imágenes piensa construir un discurso de campaña para atacar todos los conceptos políticos del líder demócrata.
Ese discurso crítico se apalancará sobre el índice de inflación de los Estados Unidos, la política migratoria de la Casa Blanca, la estrategia montada por el Consejo de Seguridad para resolver los conflictos en Ucrania y Rusia, y el rechazo al derecho de aborto.
Asimismo, Trump está convencido acerca de la conveniencia de plantear en el debate que la edad de Biden es un obstáculo, y que la sentencia contra Biden (h) por adquirir un arma ilegalmente puso en jaque los valores éticos de su adversario electoral.
El debate se extenderá por noventa minutos, los candidatos no tendrán asesores rondando durante la confrontación pública y está previsto dos cortes comerciales. Biden y Trump recibirán un cuaderno de notas, un celular y un bolígrafo, mientras que su ubicación en los atriles se resolverá lanzando una moneda al aire.
La CNN resolvió que no haya discurso de apertura, que Biden y Trump sólo contarán con dos minutos para responder las preguntas, y que los periodistas Jake Tapper y Dana Bash -a cargo de la conducción del debate- podrán cerrar el micrófono al candidato que interrumpe y no tenía turno para hablar.
El 27 de junio en la ciudad de Atlanta, Biden y Trump iniciarán una campaña presidencial sin antecedentes. El debate puede significar un punto de inflexión, cuando los sondeos sostienen que la paridad técnica todavía es inexpugnable.
Se espera una audiencia cercana a las 100 millones de personas, un número suficiente para perfilar el próximo capítulo de la historia de los Estados Unidos.